martes, 24 de noviembre de 2009

Sabes. (el rojo y el negro puros)


No tengo razones para estar triste,
pienso,
mientras una lágrima se suicida
saltando al vacío
desde lo alto de mis pestañas...


Me consumo a mi mismo,
por mis errores
y por mis equivocaciones,
pero también
por no dejarme ser yo mismo.

Me pregunto si puedo hacerte feliz, si para ello tengo que dejar de ser yo, dejar de pensar como quiera, no poder decir, no poder hablar, no poder actuar, no poder estar...

rojo de sinceridad,
rojo de mentira,
rojo sangre de mi sangre,
rojo de nadie,
rojo de palabras hechas añicos en los sueños de alguien a quién no le importa.

Te doy mi alma,
mis ensueños,
pero no es suficiente,
y dejo atrás mis sueños,
mi forma de ser,
la gente a la que quiero.

¿Cuál es el precio máximo
para hacer feliz a otra persona?

¿Cual es el precio?

Dime corazón,
que dejaste de latir hace tiempo.
Dime corazón,
que hace falta
para que vuelvas a latir?

Soy una vida que es agua
en manos de nadie,
y se desliza entre los dedos
y desaparece.

Atormentado,
mi corazón se encoge
y parece que va a reventar
en cada latido

Sombra de mi sombra,
desaparezco antes de existir,
sueño de tu sueño,
no duermo por ti,
no duermo por mi,
no me atrevo a soñar

atrapado
en los remordimientos de un pasado que se inventó,
de un pasado que fue,
de un pasado que no existe,
de un pasado que pudo ser...

Vomitaré cuantas veces haga falta,
ese no será el problema,
pero como quitar
todo lo que se queda dentro...

Nunca le enseñe nada a nadie,
ni podré hacerlo,
quizás observando a los demás,
me de cuenta de todo en lo que me equivoco,
ojalá haga algo,
ojalá,
dijo el primer pájaro que empezó a volar...

domingo, 15 de noviembre de 2009

La oscuridad de tus recuerdos




Distante y fría
clavas tu puñal de hielo
en el centro de mi corazón,
en lo hondo de mi alma.

Notas como la sangre derrite el hielo,
el trabajo esta hecho,
pero sabes que no era la solución.
Dejas caer el puñal al suelo,
mientras observas tu mano
llena de sangre y agua.
Sonríes,
pq no sabes como reaccionar,
dejas que mi cuerpo se desplome,
y te marchas sin mirarme,
sin unas últimas palabras,
sin un ápice de remordimiento.
Te vas,
sales por la puerta
y apagas la luz,
detrás de ti
solo queda una ráfaga de pensamiento,
que dice: Se lo merecía...

Yo yazco en el suelo,
moribundo,
con el corazón helado,
cierro los ojos
y, simplemente,
desaparezco en la oscuridad
de tus recuerdos...