miércoles, 20 de enero de 2010

Hoy un día más


Termino de vomitar
y vuelvo a tener la misma sensación al instante,
echo a correr
y no paro hasta llegar a la orilla del mar,
el corazón en la boca,
el mundo da vueltas a mi alrededor,
caigo sin más en la arena,
dejo los ojos cerrados
y veo como la oscuridad
deja poco a poco de girar
como una atracción de feria llegando a su fin.

Abro los ojos y un cielo encapotado
refleja mi alma
como si fuese el espejo más veraz del mundo,
suspiro y noto como el agua acaricia mis pies,
ni siquiera me había calzado al salir,
noto el frescor de mar
lamiéndome las heridas de los pies,
haciéndome unas caricias
que crean una mueca en mi cara
que me recuerda a una sonrisa.

Me levanto
y me adentro poco a poco en el mar,
noto el frescor del agua en cada parte de mi cuerpo,
empieza a llover y sigo adentrándome en al agua
hasta la altura del pecho,
unos pasos más,
lo único que queda fuera del agua es mi cabeza,
llueve más fuerte y puedo saborear el agua dulce en mi boca
mezclada con el agua salada que me acercan las pequeñas olas.

Espero que el frescor traspase la piel y me llegue al alma,
pero eso no ocurre,
termino de sumergirme y el silencio se apodera de todo
mientras observo las gotas de agua caer en el mar como a través de un cristal,
aguanto el aire lo más posible hasta que me empiezan a quemar los pulmones
y salgo a la superficie,
me pesa la ropa,
me pesa el alma.
suspiro y me acerco de nuevo a la orilla.

Llueve,
pero ya estoy mojado,
las gotas resbalan por mi cara
y ni siquiera me hace falta llorar,
guardaré mis lágrimas para otra ocasión.

Vuelvo a casa y me meto en la ducha con la ropa puesta,
poco a poco me voy quitando la ropa hasta desnudarme
y me vuelvo a sumergir en la lluvia artificial que me proporciona la ducha.
Observo el agua escapando por el desagüe
y me imagino que me diluyo entre el agua
y vuelvo al mar,
a un serenidad momentánea,
a un instante inexistente.

Destruyo la esencia de las cosas,
me siento delante del ordenador y escribo,
hoy un día más...

Y...


Llueve,
escucho la lluvia caer mientras termino de abrir los ojos,
el ruido del mundo está ahí fuera,
y yo aquí dentro,
agazapado en la oscuridad de la inconsciencia,
envuelto en sabanas de sin sabores,
tapado por mantas de extrema torpeza.

Me lamo las heridas,
mientras pienso en encender la luz de un nuevo día.
Alguna de las heridas aun me escuece demasiado
y me piden a gritos oscuridad y tranquilidad.

Hago caso omiso,
y varias de las heridas pegadas contra las sabanas,
se abren de nuevo al levantarme
y goteo sangre sobre la alfombra.

Un día nuevo,
un día sin más,
cierro el grifo de la ducha y con ella las heridas,
salgo a la calle,
un maullido lo inunda todo,
mañana ya veremos...